En fín, yo, literal, todo quemado de la cara por el tratamiento, bajo un cielo peculiarmente nublado, esperando a verla aunque sea por un instante: escribía unas líneas para hacer un humilde presente. Al ver mi nulo poder adquisitivo en este momento, me sentí un poco mal; sentí pena por mí mismo y no poder demostrar lo que siento (sic) con un bonito presente de San Valentín. Tampoco me gusta estereotiparme y dar un presente sin sentir que realmente demuestra lo que pretendo...
Tuve que ceder en todo aspecto, y fue por eso que valió la pena: ella culminó con unas palabras que pusieron fin a mi sentimiento de menosprecio por mi bolsillo: "para celebrar al amor, no necesitas comprar regalos...".
Agradezco inmensamente esas palabras: ella siempre encuentra que decir cuando desvario.
Y sí, seguirá mi postura de desapruebo a esas falsas celebraciones: sigo escuchando canciones de desamor mientras camino, y veo marcharse, llenos de rosas, regalos, dulces, peluches, a esas jóvenes parejas...
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